Tercer día en el Festival de cine de San Sebastián 2014 y películas que han gustado, otras no tanto y alguna mejor no haber visto. Seis películas visionadas en total.
Empezaba la mañana en el Teatro Victoria Eugenia con «La entrega», un film sobre mafias con poca acción, ritmo pausado pero que se va desarrollando «a fuego lento» con un buen fina. El reparto al completo está fenomenal. A mi me ha gustado.
Salir del primer pase y ponerme a la cola para «Pasolini», un film que me ha gustado algunas cosas, como por ejemplo esos cambios entre la realidad y la imaginación, pero otras cosas no, como que tiene un ritmo lento, algunas escenas son demasiado largas o explícitas (esa mamada con tanto detalle para mi sobraba, ya que sabíamos lo que estaba sucediendo). He necesitado algunas horas para digerir la cinta pero cuanto más pensaba en ella, cada vez me gustaba menos.
Tras una pausa para comer, nos dividimos y vamos a dos pases a las 16 de la tarde.
Por una parte tenemos «The tribe», película que me ha recordado a «La naranja mecánica» y «Trainspotting» pero a lo ucraniano y lenguaje de signos. ¿Puede un film de lenguaje de signos engancharte durante más de dos horas? Sí. «The tribe» con sus planos secuencias, historia y steadicam tiene más que suficiente. Por buscarle algo negativo al film son esas escenas tan explícitas que hacen sufrir al espectador igual o más que a los protagonistas y que le sobra algo de metraje. Para la gente que se ha escandalizado con la escena sexual del comienzo de «Pasolini» (la anteriormente mencionada mamada) van a flipar con las tres escenas fuertes de «The Tribe».
Por otro lado se proyecta «A Second Chance», cinta que mantiene en tensión al espectador y consiguen tocar su propia fibra sensible gracias al reparto aunque en el trayecto final de la película se enreden las historias de los personajes.
A las 19:30 entramos a ver «Casanova variations», un mix entre actuación en una ópera y momentos en plan «basado en hechos reales». Si no te gustan las ópera y si encima la historia es soporífera, no ayuda. Por suerte, esa manera tan extraña de contar los hechos y la autocrítica, sobre todo a y de John Malkovich en algunos momentos, así como el «momento pausa» consigue que no nos durmamos. Y eso es lo que hace que la salve de la hoguera.
Cerramos el día con «The Blue Room» que ni fu ni fa. Su corta duración no impide que se te haga eterna pero, por suerte, me ha enganchado hasta el final.
Por cierto, muchos escaparates de la ciudad están decorados con relación al séptimo arte.